Segovia=Lunes
Después de pasar un momento – a la hora del último sol- por el Parque, tomé el camino de la estación. ¡Con cuánta tristeza! Ya estoy otra vez en Segovia, a reanudar mi vida profesional. Y a esperar –sobre todo- que Dios me conceda unas líneas de mi diosa, aunque sólo sean cuatro renglones, menos aún, yo me conformaría con un: “ya estoy mejor; pronto nos veremos, Antonio. ¿Sabes?”
En estas ocasiones en que un obstáculo, ajeno a nuestra voluntad, rompe la posibilidad de comunicar contigo, mido yo, por la tristeza y la soledad de mi alma, toda la hondura de mi cariño hacia ti. ¡Qué raíces tan hondas ha echado” Se diría que había estado arraigado en mi corazón toda la vida. Porque esto tiene el enamorarse de una mujer: que nos parece haberla querido siempre. ¿Cómo te explicas tú esto? Yo me lo explico pensando que el amor, no sólo influye en nuestro presente y en nuestro porvenir, sino que también revuelve y modifica//nuestro pasado. ¿O será que, acaso, tú y yo nos hayamos querido en otra vida? Entonces, cuando nos vimos no hicimos sino recordarnos. A mí me consuela pensar esto, que es lo platónico. De este modo, es muy posible que en otras vidas nos volvamos a querer, y eso daría un gran encanto al más allá.
Y ahora recuerdo un cantar mío – cosa rara en mí- que no se si has leído.
¿Qué es amor? Me preguntaba una niña.
Contesté: Verte una vez y pensar
haberte visto otra vez.
Esta teoría del recuerdo en el amor, puede también explicar la angustia que va siempre unida al amor. Porque el amor verdadero – no lo que los hombres llaman así- empieza con una profunda amargura. Quien no ha llorado –sin motivo aparente- por una mujer, no sabe nada de amor. Así el amante, al enamorarse, recuerda a la amada, y llora por el largo olvido en que la tuvo antes de conocerla. Aunque parezca absurdo, yo he llorado cuando tuve consciencia de mi amor hacia ti; por //no haberte querido toda la vida ¿Cómo explicas tú esto, Pilar, por teoría del tercer mundo? ¿Será, acaso, que este tercer mundo es el único esencial, donde se dan los verdaderos amores – como el nuestro- pero que los otros dos mundos lo enturbian, echan sobre él, de cuando en cuand, su manto de olvido y de muerte?
Por Segovia el tiempo no es tan cruel como sospechaba. El día de hoy ha sido bueno. Ha lucido el sol y, ahora, la noche tiene una gran transparencia.
¿Recibiste mi carta de Madrid? La eché el sábado en el correo interior; supongo que llegaría el Domingo a Hortensia, pero tarde pues los domingos sólo hay un reparto a última hora, y que Hortensia se la llevaría por la noche o, acaso, en la mañana del Lunes. Siguiendo tus órdenes no enviaré más cartas a Hortensia. Pero, ruego a Dios, saber pronto de tu salud. Ahora, en el tercer mundo, estoy a tu cabecera, a tu lado y te digo muchas cosas, diosa mía. Perdóname//las que están complicadas con el recuerdo de tus labios y de mi sed, porque en ellas se complica también mi corazón. Aunque tu creas otra cosa yo, para ti, soy bueno, hasta cuando soy malo.
Yo estaré en Madrid el miércoles por la noche. Si el martes recibo carta tuya, todavía enviaré otra al Continental donde va ésta, en espera de que tú la recojas cuando puedas,.
¡Qué ansia tengo de verte, diosa mía! Aunque pienso que tu enfermedad no es nada grave, ese caso, los ojos que no ven agravan las inquietudes del corazón. Y ahora recuerdo aquel cantar del pueblo glosado por Goethe:
Quisiera volverme yedra
y trasminar tus paredes;
sentarme a tu cabecera
y ver el dormir que tienes.
Diosa, gloria, reina mía, no olvides a tu probre loco. Hasta pronto ¿verdad? Sientes mi corazón. ¿Qué te dice? Envíame un ¿Sabes, Antonio? Adios, adiós.
El abrazo infinito [y el beso inacabable]
Antonio Machado - Cartas a Pilar